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Voluntarios y laicos

Gabriella Mantuano, Voluntaria

...Ciertamente el Padre fue un signo, el instrumento más eficaz del Amor, porque después de haber fundado el Instituto, siguió en la escucha, siempre abierto a la voz de Dios, de la Iglesia, del Espíritu Santo, por lo que pudo dar vida a esta bellísima realidad de los Voluntarios. De este modo, me dio la posibilidad de realizar el don de la vida a través de aquel ideal que siempre me ha conquistado, y que hoy me enamora siempre más: vivir y testimoniar mi ser consagrada a María en la sociedad y en la Iglesia, así como tantas veces me dijo con los escritos y enseñado con la vida: «Coraje, Gabriela, mantente siempre a la altura de tu carisma de Voluntaria de la Inmaculada. Ofrece y reza: la vida es el don grande, que esté totalmente al servicio del bien»...
Que ahora, su gran testimonio de fe, su audacia, su ejemplo de vida, su caridad puedan hablar a cada uno de nosotros, para continuar aquello que con tanto amor él supo dar, poniéndose al servicio del hombre hasta el don total de sí, comunicando a cada uno su fascinante experiencia espiritual, en fuerza de su ministerio sacerdotal. ¡Gracias, Padre Luis!   (del libro “Un hombre, un sueño, una historia”, p. 83-85)

Michela, sobrina, nieta del Padre Luis

Si bien soy sobrina nieta, puedo decir que tengo muchos recuerdos del tío, a quien he visitado desde muy pequeña. Los primeros recuerdos de él se remontan al tiempo navideño, cuando íbamos a darle el saludo de Navidad en su estudio, en el convento de San Francisco, y él me llevaba a ver el gran pesebre mecánico, deteniéndose en la parte de atrás, para mostrarme los distintos engranajes ingeniosos.
También, cada tanto, el abuelo Bruno –su hermano– me llevaba a Borgonuovo a visitarlo. Recuerdo esta figura vestida de negro, imponente y que me parecía altísima. Me daba mucha sugestión, por mi timidez, pero sobre todo porque percibía en él algo distinto respecto de todas las demás personas que conocía: era como si fuese más del cielo que de la tierra. Sentía que era precisamente de Dios y que vivía una gran familiaridad con María, de quien hablaba siempre con gran fervor.

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