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BOLIVIA, ALFARERÍA DE DIOS

El testimonio de María Silvia

¡Hola a todos! Soy María Silvia, misionera de Argentina. Estoy viviendo en nuestra comunidad de Cochabamba, Bolivia, desde hace 3 meses. ¡Quiero compartir con ustedes la novedad que ha traído este cambio a mi vida!

El Señor ya me ha invitado, anteriormente, a salir de mi Provincia natal: viví 10 años en Salta, al norte de Argentina. Esta experiencia en Bolivia, es la primera fuera de mi país de origen. Y, si bien son países limítrofes y es el mismo idioma… ¡es un gran cambio!

He tenido la oportunidad de estar en otros países, pero la experiencia de “inmersión” que significa vivir en otro país, otra cultura, otra comunidad, otro modo de pensar… es muy enriquecedora y desafiante. Realmente me siento en la “alfarería de Dios”, que me ha llamado a esta experiencia para seguir moldeando mi corazón, para que sea auténticamente misionero.

Mis hermanas de comunidad podrán manifestar conmigo cuántas sorpresas me he llevado en este tiempo… y este es un primer rasgo que estoy profundizando…

“Dejarme sorprender”, no partir de mis esquemas, de mis ideas, de lo que conozco, sino abrazar la novedad, estar abierta a lo que la realidad me presenta, al modo de las personas del lugar, a otra forma de pensar y de realizar las mismas actividades… y en esto, descubrir la riqueza que hay en la diversidad…  desde cosas tan simples como la comida, la música, los carteles, guiar encuentros, ¡hasta el modo de saludarse!

“Conocer y amar”. Así es la experiencia de misión: llegué con el deseo de amar más a esta tierra y su gente, a la misión que desarrollamos aquí, y a mis hermanas Misioneras. Para eso, es necesario que conozca, y para conocer, tengo que observar, escuchar, preguntar, esperar, confiar. Por mi modo de ser abierta y propositiva, me estoy ejercitando en estas actitudes.

“Gratitud y generosidad”. Aquí, el Señor me sigue invitando a cultivar esta actitud: el ser agradecida por todo el bien que han sembrado quienes me han precedido en esta misión, por todo lo que han realizado, aquello que se ve y lo menos visible. Y, en esta “cadena misionera”, sumarme con lo que yo puedo aportar desde mi experiencia y entrega. Ya lo decía San Maximiliano Kolbe: “cada generación debe añadir la propia fatiga y los propios frutos a los de las generaciones precedentes”.

“Partir siempre desde Jesús”. Parece una obviedad, pero, así como decía el Padre Luis Faccenda: “la misionariedad es ese fuego inextinguible que nace de una vida profundamente interior”, en el frenesí de la vida misionera, en la novedad del lugar y de las personas, es siempre una “recarga de energía”, de fortaleza y de paz, el encuentro cotidiano con el Señor, en los Sacramentos, en la oración personal y comunitaria y en la renovación de mi entrega a la Inmaculada, Virgen Misionera.

Estos son solo algunos aprendizajes de este tiempo.

¡Agradezco tanto al Señor mi vocación misionera! Y este tiempo especialmente, en el que siento que está forjando mi corazón para que viva y me entregue a la misión, de un modo siempre más enraizado en Él.

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